A Felipe, acircado de sombras.
En la esquina pálida de cierta calle hay una casa muerta
toda muerta en esa esquina que fue toda suya
Florece en ella un gato que rasca una pared amarilla
lleva un chal de vieja sobre sus orejas
un gastado chal de vieja muerta
Y crece de los rincones una luz como borracha
tiene gusto a sombra y baja escrita por las tablas
vaciadas tablas muertas
Algunas veces llegan bufones momentáneos
envueltos en negras bolsas plásticas
y tocan el piano muerto
con sus dedos increíbles bajo la penumbra de una sala sorda
Descender y descender hasta llegar al límite
encontrarse con la sonrisa de un payaso ciego
en un leve pasillo habitado por octogenarias telarañas
Y vivir como espejo a través de ella
vivirla dieciocho segundos por día
Todo por un instante de placer contenido
por un aplauso casi humano
por un circo condenado desde su primera noche de inexistencia.